Hay otra forma de desaparecer: El viento en el trigal cuando aún verdea. Siente primero la aspereza de la espiga, un punto de furia al contraluz. Sabe que todo se seca, que se llamará mies y hoz. Pegado a la tierra, en esa oscuridad, reconoce las camas de los corzos, topillos, el oro de julio, el de los zorros. Que habrá pan y silencio.